sábado, 27 de septiembre de 2014

EFECTOS DE LA COMUNIÓN. San Vicente de Pául

¡Oh! ¡qué buena observación, la de que la persona que ha comulgado bien, lo hace todo bien! Si Elías, con su doble espíritu, hacía tantas maravillas, ¿qué no hará una persona que tiene a Dios en sí, que está llena de Dios? No hará ya ciertamente sus acciones, sino que hará las acciones de Jesucristo; servirá a los enfermos con la caridad de Jesucristo; tendrá en su conversación la mansedumbre de Jesucristo; tendrá en sus contradicciones la paciencia de Jesucristo; tendrá la obediencia de Jesucristo. En una palabra, hijas mías, todas sus acciones no serán ya acciones de una mera criatura; serán acciones de Jesucristo. De esta forma, hermanas mías, la Hija de la Caridad que ha comulgado bien no hará nada que no sea agradable a Dios; porque hará las acciones del mismo Dios. El Padre eterno ve a su Hijo en esa persona; ve todas las acciones de esa persona como acciones de su Hijo. ¡Qué gracia, hijas mías! ¡Estar segura de que Dios la ve, de que Dios la considera, de que Dios la ama! Así pues, cuando veáis a una hermana de la Caridad servir a los enfermos con amor, con mansedumbre, con gran desvelo, podéis decir sin reparo alguno: «Esta hermana ha comulgado bien». Cuando veáis a una hermana paciente en sus incomodidades, que sufre con alegría todas las cosas penosas con que puede encontrarse, estad seguras de que esa hermana ha hecho una buena comunión y de que esas virtudes no son virtudes comunes, sino virtudes de Jesucristo. Aficionaos, hijas mías, a imitar la sacratísima y augusta persona de Jesucristo, por él mismo, y porque él os hará agradables a Dios su Padre (SVP, IX, 309).