miércoles, 24 de septiembre de 2014

LIBERADOS DE LA ESCLAVITUD DEL PECADO, HAGÁMONOS ESCLAVOS DE JESÚS Y MARÍA. San Luis María Grignon de Montfort


Nada hay entre los hombres que te haga pertenecer más a otro que la esclavitud. Nada hay tampoco entre los cristianos que nos haga pertenecer más completamente a Jesucristo y a su Santísima Madre que la esclavitud aceptada voluntariamente a ejemplo de Jesucristo, que por nuestro amor tomó forma de esclavo (Flp. 2, 7), y de la Santísima Virgen que se proclamó servidora y esclava del Señor (Lc. 1, 38). El Apóstol se honra en llamarse servidor de Jesucristo (Rom. 1, 1). Los cristianos son llamados repetidas veces en la Sagrada Escritura servidores de Cristo (1 Cor. 7, 22; 2 Tim. 2, 24). Palabra que, como hace notar acertadamente un escritor insigne, equivalía antes a esclavo, porque entonces no se conocían servidores como los criados de ahora, dado que los señores sólo eran servidores por esclavos o libertos.
Para afirmar abiertamente que somos esclavos de Jesucristo, el Catecismo del Concilio de Trento se sirve de un término que no deja lugar a dudas, llamándolos mancipia Christi: esclavos de Cristo.
Afirmo que debemos pertenecer a Jesucristo y servirle, no sólo como mercenarios, sino como esclavos de amor, que por efecto de un intenso amor se entregan y consagran a su servicio en calidad de esclavos por el único honor de pertenecerle.
Antes del Bautismo éramos esclavos del diablo. El Bautismo nos transformó en esclavos de Jesucristo. Es necesario, pues, que los cristianos sean esclavos del diablo o de Jesucristo.
Lo que digo en términos absolutos de Jesucristo, lo digo proporcionalmente de la Santísima Virgen. Habiéndola escogido Jesucristo por compañera inseparable de su vida, muerte, gloria y poder en el cielo y en la tierra, le otorgó gratuitamente, respecto a su Majestad, todos los derechos y privilegios que Él posee por naturaleza.
“Todo lo que conviene a Dios por naturaleza conviene a María por gracia”, dicen los santos. De suerte que, según ellos, teniendo los dos el mismo querer y poder, tienen también los mismos súbditos, servidores y esclavos.
Podemos, pues, conforme al parecer de los santos y de muchos varones insignes llamarnos y hacernos esclavos de amor de la Santísima Virgen, a fin de serlo más perfectamente de Jesucristo. La Virgen Santísima es el medio del cual debemos servirnos para ir a Él. Pues María no es como las demás criaturas, que, si nos apegamos a ellas, pueden separarnos de Dios en lugar de acercarnos a Él. La inclinación más fuerte de María es la de unirnos a Jesucristo, su Hijo; y la más viva inclinación del Hijo es que vayamos a Él por medio de su Santísima Madre. Obrar así es honrarlo y agradarle, como sería honrar y agradar a un rey el hacerse esclavos de la reina para ser mejores súbditos y esclavos del soberano. Por esto, los santos Padres y entre ellos san Buenaventura, dicen  que la Santísima Virgen es el camino para llegar al Señor.
Más aún, si, como he dicho, la Santísima Virgen es la Reina y Soberana del cielo y de la tierra, ¿por qué no ha de tener tantos súbditos y esclavos como criaturas hay? Y, ¿no será razonable que, entre tantos esclavos por fuerza, los haya también de amor, que escojan libremente a María como a su Soberana? Pues, ¡qué! Han de tener los hombres y los demonios sus esclavos voluntarios y ¿no los ha de tener María? Y, ¡qué! Un rey se siente honrado de que la reina, su consorte, tenga esclavos sobre los cuales pueda ejercer derechos de vida y muerte; en efecto, el honor y poder del uno son el honor y poder de la otra, y el Señor, como el mejor de los hijos, ¿no se sentirá feliz de que María, su Madre Santísima, con quien ha compartido todo su poder, tenga también sus esclavos? ¿Tendrá Él menos respeto y amor para con su Madre que Asuero para con Esther y Salomón para con Betsabé? ¿Quién osará decirlo o siquiera pensarlo?
Pero, ¿a dónde me lleva la pluma? ¿Por qué detenerme a probar lo que es evidente? Si alguno no quiere que nos llamemos esclavos de la Santísima Virgen, ¿qué más da? ¡hacerte y llamarte esclavo de Jesucristo es hacerte y proclamarte esclavo de la Santísima Virgen! Porque Jesucristo es el fruto y gloria de María.
San Luis María Grignon de Montfort,
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen Marí