domingo, 21 de diciembre de 2014

O ORIENS

OH ORIENTE




“¡Oh Jesús, Sol divino!, vienes a arrancarnos de la eterna noche, ¡bendito seas por siempre! Mas, ¡cuánto pruebas nuestra fe antes de brillar ante nuestra vista en todo tu esplendor! ¡Cómo te complaces en ocultar tus destellos hasta que llegue el momento señalado por tu Padre celestial para que muestres la plenitud de tu brillo! Vas atravesando Judea y te acercas a Jerusalén; el viaje de María y de José toca a su fin. Por el camino, encuentras una gran muchedumbre que caminan en todas direcciones vuelven cada cual a su ciudad de origen para cumplir el Edicto de empadronamiento; ninguno de todos esos hombres ha adivinado que estuvieras tan cerca de ellos ¡oh divino Oriente! A María, tu Madre, la toman por una mujer ordinaria; todo lo más, reconocerán la dignidad e incomparable modestia de tan augusta Reina, sintiendo vagamente el rudo contraste que existe entre tan soberana majestad y un exterior tan humilde, pero en seguida olvidarán tan feliz encuentro.
Pues, si a la Madre miran con tanta indiferencia ¿tendrán acaso un solo pensamiento para el Hijo no nacido aún a la luz visible? Y sin embargo, ese Hijo eres tú mismo ¡oh Sol de justicia!. Aumenta en nosotros la fe, e incrementa también el amor. Si esos hombres te amaran, ¡oh libertador del género humano! harías que ellos te sintieran; tal vez no te verían aún sus ojos, pero al menos ardería su corazón dentro de su pecho; suspirarían por ti, y con sus ansias y oraciones anticiparían el momento de tu llegada. ¡Oh Jesús, que atraviesas el mundo creado por ti, sin forzar a ninguna de tus criaturas! queremos acompañarte durante el resto de tu viaje; queremos besar en la tierra las huellas benditas de aquella que te lleva en su seno; no te abandonaremos hasta que contigo lleguemos a la afortunada Belén, a esa casa del Pan, donde por fin te verán nuestros ojos ¡oh Esplendor eterno, Señor y Dios nuestro!”.
Dom Próspero Guéranger, El Año Litúrgico

Oh Sol que naces de lo alto, 
Resplandor de la Luz Eterna, 
Sol de justicia,
¡ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas
 y en sombra de muerte!


V/. 
Derramad, cielos, desde lo alto vuestro rocío y las nubes lluevan al Justo.
R/. Que se abra la tierra y brote el Salvador.
ORACIÓN. Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.