miércoles, 9 de diciembre de 2015

CRISTO TRAE LA SALVACIÓN INTEGRAL DE LA PERSONA. REFLEXÍÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 1-2)

CRISTO TRAE LA SALVACIÓN INTEGRAL DE LA PERSONA.
REFLEXÍÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 1-2)
1 La Iglesia, pueblo peregrino, se adentra en el tercer milenio de la era cristiana guiada por Cristo, el « gran Pastor » (Hb 13,20).
La Iglesia sigue interpelando a todos los pueblos y a todas las Naciones, porque sólo en el nombre de Cristo se da al hombre la salvación.
2 En esta alba del tercer milenio, la Iglesia no se cansa de anunciar el Evangelio que dona salvación y libertad auténtica también en las cosas temporales.

Comenzamos –en nuestra homilía diaria- una serie de consideraciones sobre la Doctrina Social de la Iglesia, siguiendo el plan pastoral diocesano para este curso.
Cristo, Nuestro Señor, es el centro de la historia y por tanto el centro de la humanidad, de cada hombre en particular y de la Iglesia. Él debe ser el centro de nuestra vida. Cristo es el centro de mi vida si toda ella está iluminada por su presencia y por su palabra: mis sentimientos, afectos, deseos; pero también mi vida social, laboral, familiar, política.
Siempre corremos el peligro de  limitar la fe a lo “privado” y a lo “interior”, a la “ceremonia” y “culto”, a encerrar el Evangelio entre las paredes de nuestras Iglesias.
“Id al mundo entero”. La Iglesia y cada uno de nosotros, como cristianos, debemos anunciar el Evangelio de salvación. Es lo que nos recuerda la liturgia del Adviento: el Señor viene a salvarnos. Una salvación que tendrá su realización definitiva después de muerte en la vida eterna, pero una salvación que Cristo ha venido a traer ya y ahora para nuestro mundo. “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados.” En la medida de que nosotros cristianos vivamos el Evangelio traeremos a nuestro mundo la salvación que Cristo desea. Una salvación integral: al hombre entero en su alma y cuerpo, a todos los hombres en todos sus ámbitos.

A la Virgen Inmaculada le pedimos que cada uno de nosotros en nuestra situación concreta seamos cauces  –como ella lo fue para darnos a Jesús- de la salvación que Cristo quiere traer a nuestro mundo.