lunes, 21 de diciembre de 2015

EL AMOR NOS LLEVA AL COMPROMISO, A LA PROPUESTA Y A LA DENUNCIA. REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 6)


EL AMOR NOS LLEVA AL COMPROMISO, A LA PROPUESTA Y A LA DENUNCIA.
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 6)

El amor cristiano impulsa a la denuncia, a la propuesta y al compromiso con proyección cultural y social, a una laboriosidad eficaz, que apremia a cuantos sienten en su corazón una sincera preocupación por la suerte del hombre a ofrecer su propia contribución.
Saber que Dios nos ama a todos los hombres con amor eterno y personal, no puede dejarnos indiferentes. El amor exige amor. Amor se paga con amor. Pero a Dios no lo vemos, de ahí que Nuestro Señor Jesucristo quiso unir en un solo precepto el amor a Dios y el amor al prójimo. Por ello, tajantemente afirma el apóstol San Juan: “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.” 1Jn 4, 19-21
No podemos ser cristianos y vivir indiferentes ante la suerte de nuestros hermanos. Y, ¿cuántas veces respondemos a Dios con la misma pregunta de Caín?: “¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?” Gn 4, 9
El amor nos lleva al compromiso: preocupados los unos por los otros, custodiando a nuestros hermanos, sobre todo a los más débiles e indefensos. Lo contrario es vivir encerrado en los propios intereses y preocupaciones, aislados en nuestra burbuja de bienestar.  
El amor nos lleva a la propuesta: a ser ingeniosos para el bien, a trabajar con audacia, a buscar soluciones a los problemas de los que nos rodean. El cristiano ha de caracterizarse por construir, por cooperar, por trabajar en positivo… Así hacemos presente el Reino de Dios.
El amor también nos lleva a la denuncia. Sí, denunciar porque existe el pecado y existen injusticias, y existen estructuras de pecado y de maldad que destruyen, oprimen y privan a muchos hermanos nuestros de una vida digna.

La pregunta: Y, ¿yo qué puedo hacer? Mucho. Todos podemos hacer mucho. Es cierto que no podremos solucionar todos los problemas que existen en el mundo. Pero tomando conciencia de esta doctrina, presentando en nuestras oraciones estos intenciones, colaborando con nuestra participación y apoyo y realizando obras de misericordia –como nos invita el Santo Padre Francisco en este año jubilar- ya estamos dejándonos transformar y mover por este amor de Dios que habita en nuestro corazones.