miércoles, 6 de enero de 2016

LOS CIELOS CONOCIERON QUE ÉL ERA DIOS

Homilía de maitines

 EPIFANÍA DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Homilía de San Gregorio Magno, papa
Hermanos carísimos, como habéis oído en la lección evangélica, cuando nació el Rey del cielo, turbóse el rey de la tierra; porque, claro está, la grandeza terrena queda confundida cuando se manifiesta la majestad del cielo. Mas nosotros debemos averiguar por qué, cuando nació el Redentor, un ángel se apareció a los pastores en Judea, y uno un ángel, sino una estrella fue la que guió a los Magos desde el Oriente para ir a adorarle. Ello fue porque a los judíos, como se guiaban por la razón, debió darlo a conocer un ser racional, esto es, un ángel; en cambio, los gentiles, como no sabían valerse de la razón para conocer a Dios, son guiados no por palabras, sino por signos. Por lo cual también San Pablo dice (1 Cor 14,22): «Las profecías no se han dado para los infieles, sino para los fieles; en cambio, los signos o milagros son para los infieles, no para los fieles». Y por eso a aquéllos, como fieles, se les han dado las profecías y no se han dado a los infieles, se les han dado los signos y no se han dado a los fieles.También es de notar que los apóstoles predican entre los gentiles a nuestro Redentor cuando ya era de edad perfecta; y la estrella se le muestra a los gentiles párvulo y cuando aún no se valía del cuerpo para hablar. Sin duda porque la razón natural demandaba que al Señor, que ya hablaba, nos le dieran a conocer los predicadores por medio de la palabra, y que, cuando no hablaba aún, le predicaran los elementos mudos. Pero debemos considerar cuánta dureza habría en el corazón de algunos judíos, que, a pesar de todos los signos mostrados así al nacer como al morir el Señor, no llegaron a reconocerle ni por el don de la profecía ni por los milagros.Todos los elementos atestiguaron que había venido su Hacedor; pues, para hablar de ellos algo al modo humano, los cielos conocieron que Él era Dios, puesto que en seguida enviaron la estrella; el mar le reconoció, puesto que le ofreció su superficie de modo que pudiera pasar sobre ella; la tierra le conoció, pues tembló cuando Él moría; el sol le conoció pues veló sus rayos luminosos; las rocas y los muros le conocieron, puesto que se rompieron a su muerte; el infierno le conoció, puesto que devolvió los muertos que retenía. Y, no obstante, al Señor, a quien todos los elementos insensibles reconocieron, los corazones de los judíos infieles todavía no conocen en modo alguno que es Dios; y más duros que las piedras, no quieren quebrantarse para hacer penitencia.