sábado, 13 de febrero de 2016

VIRGEN SIEMPRE AGRADECIDA. VIRTUDES DE NUESTRA MADRE

VIRGEN SIEMPRE AGRADECIDA
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador.” Estas primeras palabras del cántico de nuestra Señora, la Virgen María, nos hablan de una virtud cada vez menos de moda: la virtud del agradecimiento. La bella palabra “gracias”  se pronuncia menos, sobre todo en este mundo cada vez más egoísta, individualista, menos social y comunitario, un mundo técnico y mecánico, donde cada vez el trato personal va despareciendo y es sustituido por máquinas inteligentes…
Recordemos esa catequesis en la que el Papa Francisco en esa simplicidad magisterial nos enseñaba tres palabras que han de estar continuamente en la boca del cristiano, también en la vida familiar, de amistad y social. Permiso, Perdón y Gracias.
Es tan importante la virtud del agradecimiento que el refranero español dice “Es de bien nacidos, ser agradecidos”; pues el agradecimiento brota del sentido de justicia, da nobleza y dignidad a la persona y manifiesta su delicadeza de espíritu y su humildad. Por el contrario, ser un “mal nacido” –expresión de las más desagradables que se puede referir a una persona- es equivalente a ser desagradecido.  
Virgen siempre agradecida es la Virgen nuestra Señora, con sus hermanos los hombres, pero en primer lugar con Dios.
Que hermosa son las palabras de la oración de Jesús cuando dice: “Te doy gracias, Padre.” Agradecimiento que aprendió de nuestra Señora pues ella vivió en agradecimiento continuo a Dios.
La Santa Misa tiene como uno de los fines la acción de gracias, por eso se le llama también Eucaristía. Esta acción de gracias se expresa en el canto del prefacio: Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable darte gracias siempre y en todo lugar. Cada día la Iglesia pronuncia estas palabras de agradecimiento a Dios; y también nosotros en nuestra oración hemos de rendir gracias a Dios… Estamos habituados a lamentarnos y suplicar por nuestras necesidades; a veces, compungidos pedimos al Señor perdón de nuestros pecados… pero sin duda alguna nuestra acción de gracias es pobre o muchas veces inexistente. ¡Cuántos bienes nos ha dado el Señor! –canta el pueblo de Israel en la fiesta de Pascua y nosotros hemos de preguntarnos cada día cuántos bienes, dones, gracias, beneficios nos concede el Señor desde que abrimos nuestros ojos a la luz del día hasta que nos acostamos; a lo largo de toda nuestra vida.
Y en cambio, muchas veces somos como los hijos de Israel: pagamos al Señor con nuestros desaires, con nuestro desagradecimiento…. En cuántas ocasiones se nos podría aplicar aquello de:
Hijos degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿No es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre, y te lo contará,
a tus ancianos, y te lo dirán. (Dt 32, 5-7)

Hemos de recordar con respeto a Dios tres verdades que nos han de ayudar a ser agradecidos con él:
1.       Quién es  nuestro benefactor, Dios mismo, su bondad y generosidad hacia nosotros, sus grandezas… 
2.       Quiénes somos nosotros, pobres criaturas, además pecadores indignos.
3.       Qué cantidad y calidad de dones espirituales y materiales nos ha dado el Señor.
La Virgen María es modelo acabado y perfecto de esta virtud; pues nadie como ella tuvo conocimiento tan profundo del misterio de Dios… Ninguna otra criatura como ella tuvo conocimiento de su pequeñez. Ninguna otra criatura recibió más gracias que ella y fue consciente de todas las maravillas que Dios le concedía. Su cántico diario era su Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, era lo que brotaba de su Inmaculado Corazón.
Dice San Bernardo que la ingratitud es viento abrasador que seca y mata la fuente de todos los favores y beneficios; pero la gratitud, en cambio, es lo que más estimula al bienhechor para continuar aumentándolos sin cesar en favor nuestro. ¡Hasta por egoísmo deberíamos de ser agradecidos! Porque con nuestro agradecimiento, nuestro benefactor todavía se prodiga más en darnos sus bienes.  Nuestro agradecimiento ha de  expresarse con palabras, pero también con nuestro amor; y obras son amores y no buenas intenciones.
Pide  a la Virgen que te enseñe a imitar en su eterno agradecimiento al Señor.