miércoles, 9 de marzo de 2016

ACUDAN PRESUROSOS AL BAÑO SALUDABLE, SI QUIEREN SER ILUMINADOS. San Agustín


Homilía de maitines

MIERCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 44 sobre San Juan, hacia el principio
Los hechos sorprendentes y maravillosos de la vida de nuestro Señor Jesucristo son, a la vez, obras y palabras; obras porque realmente acaecieron; palabras por ser señales. Si meditamos, pues, en el significado de este milagro, veremos que este ciego representa al género humano. La ceguedad fue en el primer hombre efecto de la culpa, y él nos ha comunicado a todos,  no solo el germen de la muerte, sino el del pecado. Si la ceguedad es la infidelidad y la iluminación es la fe, ¿a quién encontró Jesucristo fiel cuando vino al mundo? ¿No dice, acaso, de sí mismo el Apóstol, nacido de la raza de Profetas: “Nosotros fuimos en otro tiempo hijos de ira por naturaleza, como los demás?” Si éramos hijos de ira, lo éramos también de la venganza, del castigo, de la gehena. Y al decir por naturaleza ¿acaso no denota que por el pecado del primer hombre el vicio se constituyó como una naturaleza? De consiguiente, si el pecado fue como una segunda naturaleza, podemos decir que todo hombre en cuanto a su alma, nació ciego.
Vino el Señor, y ¿qué hizo? Nos llamó la atención sobre un gran misterio. “escupió en tierra, haciendo barro con su saliva” porque el Verbo se hizo carne, “y untó los ojos del ciego”. Los ojos de ese hombre estaban cubiertos de barro, y aun no veía. Le mandó que fuese a la piscina llamada Siloé. El evangelista se encargó de recordarnos el nombre de esta piscina, y así nos dijo que significaba Enviado. Si él no hubiera sido enviado, ninguno de nosotros se hubiera visto libre de la iniquidad. Se lavó en aquella piscina que significaba Enviado; fue bautizado en Cristo. De consiguiente, si el Salvador en cierto modo le bautizó al devolverle la vista, puede decirse que le había hecho catecúmeno cuando le untó los ojos.
Lo que habéis oído es un gran misterio. Pregunta a un hombre: ¿Eres cristiano? Te responde: No lo soy. Le preguntas aun: ¿Eres pagano o judío? Si te responde: no lo soy, vuelves a preguntar: ¿Eres catecúmeno o fiel? Si responde: catecúmeno, significa que ha sido ungido, mas no lavado. Pregúntale como ha sido ungido, y te responderá. Pregúntale de nuevo en quien cree. Por lo mismo que es catecúmeno te dirá: En Cristo. Ved  ahí que ahora me dirijo a los fieles y a catecúmenos. ¿Qué dije de la saliva y el lodo? Que el Verbo se hizo carne. Esto se enseña a los catecúmenos, mas no les es suficiente para el fin por el cual fueron ungidos. Acudan presurosos al baño saludable, si quieren ser iluminados.
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez