lunes, 7 de marzo de 2016

MULTIPLICAN LOS AZOTES CONTRA SU DIOS Y SEÑOR, Y LO IGNORAN. San Agustín


Homilía de maitines

LUNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 10 sobre San Juan, después del principio
¿Qué acabamos de oír, hermanos? He aquí que aquel templo era tan solo figura, y de él echo el Señor a todos los que buscaban sus intereses, a los que querían negociar. Y, ¿qué cosas vendían en él? Las que necesitaban para los sacrificios de aquel tiempo. Conocéis bien vosotros que a aquel pueblo carnal y de corazón duro le fueron prescritos tales sacrificios que le impidiesen inmolar a los ídolos, y por eso inmolaban allí bueyes, ovejas y palomas. Lo sabéis por haberlo leído.
Parece, pues, que no era gran pecado vender en el templo aquello que se adquiría para ofrecerlo allí, y con todo, el Señor los echó fuera. ¿Qué hubiera hecho si hubiese encontrado allí hombres sumidos en la embriaguez, aquel Señor que arrojó a los que vendían cosas lícitas, y que no vulneraban la justicia (pues lo que honestamente se puede comprar no es ilícito venderlo), y con todo los echó, no tolerando que la casa de oración se convirtiera en casa de negocio?
Si la casa de Dios no debe convertirse en casa de negocio, ¿deberá convertirse en casa de bebida? Al oír semejantes palabras los culpables se enfurecen contra nosotros; más nos consuelan las palabras del Salmo: “Rechinaron contra mí sus dientes”. Sabemos escuchar las palabras que pueden curarnos, por más que sus latigazos caigan a golpes redoblados sobre Jesucristo, puesto que es maltratada su misma palabra: “Descargaron sobre mí sus azotes a porfía, sin saber por qué causa”. Cristo fue azotado por los azotes de los judíos; y ahora es azotado por las blasfemias de los falsos cristianos. Multiplican los azotes contra su Dios y Señor, y lo ignoran. En cuanto a nosotros, procuremos con la ayuda de su gracia, hacer lo que nos indica el mismo Salmo: “Mas yo cuando ellos me atormentaban, vestía cilicio, y con el ayuno humillaba mi alma”.
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez