martes, 17 de mayo de 2016

LOS POBRES, LO PRIMERO Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 175-181)


LOS POBRES, LO PRIMERO
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 175-181)
Como consecuencia del principio social del destino universal de los bienes es la exigencia de velar con particular solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentran en situaciones de marginación y, en cualquier caso, por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado. Es el ejercicio de la caridad cristiana, que no solo obliga en particular a cada cristiano, sino también a toda la sociedad.
 La miseria humana es el signo evidente de la condición de debilidad del hombre y de su necesidad de salvación. De ella se compadeció Cristo Salvador, que se identificó con sus hermanos más pequeños. «Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres. La buena nueva anunciada a los pobres es el signo de la presencia de Cristo.
Jesús dice: “Pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre” no para contraponer al servicio de los pobres la atención dirigida a Él. El realismo cristiano, mientras por una parte aprecia los esfuerzos laudables que se realizan para erradicar la pobreza, por otra parte pone en guardia frente a posiciones ideológicas y mesianismos que alimentan la ilusión de que se pueda eliminar totalmente de este mundo el problema de la pobreza. Esto sucederá sólo a su regreso, cuando Él estará de nuevo con nosotros para siempre. Mientras tanto, los pobres quedan confiados a nosotros y en base a esta responsabilidad seremos juzgados al final: « Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos ».
 El amor de la Iglesia por los pobres se inspira en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los pobres. Este amor se refiere a la pobreza material y también a las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa. La Iglesia desde los orígenes, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Y en esta año de la Misericordia, el Papa Francisco nos ha ayudado a caer en la cuenta de la importancia de la práctica de las obras de misericordia corporales y espirituales.
Es necesario, sin embargo, afirmar que: Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no hacemos caridad, sino que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia.
El amor por los pobres es ciertamente incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta del que nosotros y nuestra sociedad está enferma. Pidamos al Señor, ser desprendidos y de corazón generoso.