miércoles, 22 de junio de 2016

EL PRINCIPIO Y LA VIRTUD DE LA SOLIDARIDAD. Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 192-196)


EL PRINCIPIO Y LA VIRTUD DE LA SOLIDARIDAD
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 192-196)
El hombre como ser social, llamado a la existencia junto con los otros en igualdad de dignidad, debe vivir la solidaridad, en el plano personal y comunitario. Hoy más que nunca gracias a las comunicaciones, los lazos de unión entre las personas y los pueblos se acrecientan, aunque también quedan de manifiesto las desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo.
Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos deben transformarse hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social, que es la exigencia moral ínsita en todas las relaciones humanas. La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementarios: como principio social  y como virtud moral.
1.    Como principio, la solidaridad debe captarse en su valor ordenador de las instituciones, según el cual las « estructuras de pecado », que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos.
2.    Como virtud moral, la solidaridad es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común, y en la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a "perderse", en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo para el propio provecho.
El término solidaridad, ampliamente empleado por el Magisterio, expresa en síntesis la exigencia de reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a los hombres y a los grupos sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del crecimiento común, compartido por todos.
Como cristianos, la solidaridad implica:
a)    aportación positiva a la causa común,
b)    búsqueda de los puntos de posible
c)    disposición para gastarse por el bien del otro, superando el individualismo.
Nos motiva a ello la conciencia de la deuda que cada persona tenemos hacia la sociedad en la que vivimos así como la responsabilidad hacia las futuras generaciones.