martes, 21 de junio de 2016

LA PARTICIPACIÓN. Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 189-191)

LA PARTICIPACIÓN
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 189-191)
El hombre está llamado a participar, como individuo o asociado a otros, en la construcción de la vida social mediante actividades contribuyendo a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad civil a la que pertenece. La participación es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común.
La participación no puede ser delimitada o restringida a algún contenido particular de la vida social, para que la gestión de la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien común.
La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia.
La participación puede lograrse en todas las relaciones posibles entre el ciudadano y las instituciones: para ello, se debe prestar particular atención a los contextos históricos y sociales en los que la participación debería actuarse verdaderamente.
En el ámbito de la participación, una ulterior fuente de preocupación proviene de aquellos países con un régimen totalitario o dictatorial, donde el derecho fundamental a participar en la vida pública es negado de raíz, porque se considera una amenaza para el Estado mismo, de los países donde este derecho es enunciado sólo formalmente, sin que se pueda ejercer concretamente; y también de aquellos otros donde el crecimiento exagerado del aparato burocrático niega de hecho al ciudadano la posibilidad de proponerse como un verdadero actor de la vida social y política.
Para que esa participación sea positiva y beneficiosa, debe realizarse conforme al bien y a la verdad, en la responsabilidad solidaria de los unos con los otros. Cuando la participación no se realiza en estas coordenadas, puede convertirse en destructora de la misma sociedad. Pensemos simplemente en la ley del aborto, fruto de la participación democrática. Es necesario en este sentido educar e insistir en la responsabilidad.