miércoles, 10 de agosto de 2016

DICHOSOS LO QUE ODIAN PARA CONSERVAR, POR TEMOR DE PERDER CON SU AMOR. San Agustín



Homilía de maitines
10 de agosto
SAN LORENZO,  MÁRTIR
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Trat. 51 sobre San Juan
El grano que debía morir y multiplicarse era el mismo Señor Jesús. Debía morir víctima de la infidelidad de los judíos, y había de multiplicarse con la fe de los pueblos. Ahora bien, al exhortarnos en seguir los vestigios de su pasión, nos dice: “El que ama su alma, la perderá”; lo cual puede entenderse de dos maneras: “El que la ame la perderá” esto es: ¿La amas? Piérdela. ¿Aspiras a vivir en Cristo? No temas la muerte por Cristo. Y puede entenderse también de otra manera: “El que ama su alma la perderá”, esto es: No la ames en esta vida, no sea que la pierdas para la vida eterna.
Esta última interpretación parece la más conforme a la mente del Evangelio, ya que a continuación se lee: “Y el que aborrece su alma en este mundo, la guarda  para la vida eterna”. De consiguiente al decir más arriba: “El que ama su alma” hay que sobreentender: “en este mundo”; este seguramente la perderá. Pero el que odie su alma también “en este mundo”, la guardara para la vida eterna. Grande y admirable sentencia de la cual se infiere que el hombre profesa a su alma un amor que es causa de su perdición y un odio que la preserva de parecer. Si la amas indebidamente, la odias; si la odias como es debido, la amas. Dichosos lo que odian para conservar, por temor de perder con su amor.
Procura, empero, no pensar en darte la muerte, interpretando en esta forma el deber de odiar tu alma en este mundo, por hacerlo así, ciertos hombres malvados y perversos, crueles e impíos, homicidas de sí mismos, se arrojan a las llamas, se ahogan, se lanzan a los precipicios y perecen. No es esta la enseñanza de Cristo, antes al contrario, el mismo respondió al diablo cuando este le sugería el pensamiento de precipitarse de lo alto del templo: “Retírate, Satanás, porque está escrito: No tentaras al Señor tu Dios” Y el mismo Señor, dijo a Pedro, “indicándole la muerte con que debía glorificar a Dios: Cuando eras joven te ceñías tú mismo, e ibas donde querías, pero cuando serás viejo, otro te ceñirá y te llevara a donde no quieras”. Palabras que nos enseñan claramente que el que va en pos de Jesucristo no debe darse la muerte, sino recibirla de otra persona.
Transcripto por Dña. Ana María Catalina Galvez