martes, 27 de septiembre de 2016

EL ROSARIO DE HOY CON SAN VICENTE DE PAÚL





Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial:  Se hace hoy memoria de la muerte de San Vicente de Paul, sacerdote francés del siglo XVII, fundador y promotor incansable de la caridad.
Confiado en la intercesión de la Virgen decía: “Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo.” Meditamos este rosario con sus pensamientos y lo ofrecemos para que cada uno de nosotros tomemos conciencia de la obligación de amar a Dios y al prójimo.
Señor mío Jesucristo...  
MISTERIOS DOLOROSOS
1. La Oración de Jesús en el Huerto
“Nos basta con que Nuestro Señor nos vea y sepa que padecemos por su amor y por imitar los grandes ejemplos que él nos dio, especialmente en el huerto de los olivos, cuando aceptó el cáliz (Mt 26, 39-44) para excitarnos a la indiferencia; pues, aunque le pidió al Padre que pasase de él aquel cáliz, si fuera posible, sin que tuviera que beberlo, añadió inmediatamente que se hiciera la voluntad de Dios, demostrando que se encontraba en una perfecta indiferencia ante la vida o la muerte.”
2. La flagelación de Jesús atado a la columna.
“Nuestro Señor, en el huerto de los olivos, no sentía más que aflicción, y en la cruz sólo sentía dolores, que fueron tan excesivos que parecía como si, juntamente con el desamparo de los hombres, también lo hubiese abandonado su Padre; sin embargo, en los estertores de la muerte y en estos excesos de su pasión, se alegraba de cumplir la voluntad de su Padre (Mt 27, 46).”
3. La coronación de espinas
“Hermanos míos, si el Hijo de Dios se mostraba tan bondadoso en su trato con los demás, su mansedumbre brilló todavía más en su pasión, hasta el punto de que no se le escapó ninguna palabra hiriente contra los deicidas que le cubrían de injurias y de bofetones y se reían de sus dolores. A Judas, que lo entregaba a sus enemigos, lo llamó amigo (Mt 26, 50). ¡Vaya amigo! Lo veía venir a cien pasos, a veinte pasos; más aún, había visto a aquel traidor desde su nacimiento, y sale a su encuentro con aquella palabra tan cariñosa: “Amigo”. Y siguió tratando lo mismo a los demás: “¿A quién buscáis?”, les dijo, “¡Aquí estoy!” (Jn 18,4) (XI, 480). Meditemos todo esto, hermanos míos y encontraremos actos prodigiosos de mansedumbre que superan el entendimiento humano; consideremos cómo conservó esta misma mansedumbre en todas las ocasiones. Le coronan de espinas, le cargan con la cruz, lo extienden sobre ella, le clavan a la fuerza las manos y los pies, lo levantan y hacen caer a la cruz con violencia en el hoyo que habían preparado; en una palabra, lo tratan con la mayor crueldad que pueden, sin poner en todo esto nada de dulzura. Hermanos míos, os ruego a todos que penséis en aquel horrible tormento, la pesadez de su cuerpo, la rigidez de sus brazos, el rigor de los clavos, el número y delicadeza de sus nervios. ¡Qué dolor, hermanos míos! ¿Es posible imaginar mayor dolor? Si queréis meditar en todos los excesos de su pasión tan amarga, admiraréis cómo pudo y cómo quiso padecerlos aquel que no tenía que hacer más que transfigurarse en el Calvario, lo mismo que lo hizo en el Tabor, para hacerse temer y adorar. Y después de esta admiración, diréis como nuestro manso redentor: “Ved si hay dolor semejante a mi dolor” (Lam 1, 2). (XI, 480-481). ¿Y qué es lo que dijo en la cruz? Cinco palabras, de las que ni una sola demuestra la menor impaciencia. Es verdad que dijo: “Elí, Elí, Padre mío, Padre mío ¿por qué me has abandonado?” 16; pero esto no es una queja, sino una expresión de la naturaleza que sufre, que padece hasta el extremo sin consuelo alguno, mientras que la parte superior de su alma lo acepta todo mansamente; si no, con el poder que tenía de destruir a todos aquellos canallas y de hacerlos perecer para librarse de sus manos, lo habría hecho; pero no lo hizo. ¡Jesús, Dios mío! ¡Qué ejemplo para nosotros que nos ocupamos en imitarte! ¡Qué lección para los que no quieren sufrir nada! (XI, 481).”
4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario
“Hagamos lo que hagamos, nunca creerán en nosotros si no mostramos amor y compasión hacia los que queremos que crean en nosotros.”
5. La crucifixión y muerte del Señor
“Para morir como Jesucristo hay que vivir como Jesucristo.”