sábado, 8 de octubre de 2016

DE CÓMO SE HA DE RECITAR EL SANTO ROSARIO. San Juan XXIII

DE CÓMO SE HA DE RECITAR EL SANTO ROSARIO. 
San Juan XXIII
Palabras y contenido
Es verdad que, para algunas almas no educadas a elevarse por encima del homenaje puramente oral, el rosario puede ser recitado como una monótona sucesión de las tres oraciones: el Pater noster, el Ave Maria y el Gloria, dispuestas en el orden tradicional de quince decenas. Esto, sin duda, ya es algo. Pero -debemos también repetirlo- es tan sólo preparación o resonancia exterior de una plegaria confiada, mas no vibrante elevación del espíritu en coloquio con el Señor, buscado en la sublimidad y dulzura de sus misterios de amor misericordioso por la humanidad toda entera. 
La verdadera substancia del rosario bien meditado está constituida por un triple elemento, que da a la expresión vocal unidad y reflexión, descubriendo en vivaz sucesión los episodios que asocian la vida de Jesús y de María, con referencia a las varias condiciones de las almas orantes y a las aspiraciones de la Iglesia universal. 
Para cada decena de avemarías he aquí un cuadro, y para cada cuatro un triple acento, que es al mismo tiempo: contemplación mística, reflexión íntima e intención piadosa.

Contemplación mística 
Ante todo, contemplación pura, luminosa, rápida, de cada misterio, es decir, de aquellas verdades de la fe que nos hablan de la misión redentora de Jesús. Contemplando, nos encontramos en una comunicación íntima de pensamiento y de sentimiento con la doctrina y con la vida de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, venido a la tierra para redimir, instruir y santificar: -en el silencio de la vida oculta, hecha de plegaria y de trabajo; -en los dolores de su santa Pasión; -en el triunfo de la resurrección, como en la gloria de los cielos donde está sentado a la diestra del Padre, asistiendo y vivificando siempre con el Espíritu Santo la Iglesia fundada por Él, que va siguiendo su camino a través de los siglos.

Reflexión íntima
El segundo elemento es la reflexión, que desde la plenitud de los misterios de Cristo se difunde con viva luz sobre el espíritu del orante. Cada uno advierte, misterio por misterio, la oportuna y buena enseñanza para sí, en orden a la propia santificación y a las condiciones en que vive; y bajo la continua iluminación del Espíritu Santo, que desde lo profundo del alma en gracia «pide por nosotros con gemidos inenarrables»4, cada uno compara su vida con el calor de la enseñanza que brota de esos mismos misterios, y encuentra sus inagotables aplicaciones tanto a las propias necesidades espirituales como a las necesidades de su vivir cotidiano.

Intención piadosa
En último término está la intención, es decir, la indicación de personas, instituciones o necesidades de orden personal y social, que para un católico verdaderamente activo y piadoso entran en el ejercicio de la caridad hacia los hermanos, caridad que se difunde en los corazones como expresión viviente de la común pertenencia al cuerpo místico de Cristo.
Así es como el rosario se convierte en súplica universal de cada una de las almas particulares y de la inmensa comunidad de los redimidos, que desde todos los puntos de la tierra se encuentran en una misma plegaria: ya sea en la invocación personal, para implorar gracias por necesidades individuales de cada uno, ya sea en la participación en el coro inmenso y unánime de toda la Iglesia por los grandes intereses de la humanidad entera. La Iglesia, como el Redentor Divino la quiere, vive entre las asperezas, las adversidades y las tempestades de un desorden social que frecuentemente se convierte en amenaza pavorosa; pero sus miradas están fijas y las energías de la naturaleza y de la gracia tienden siempre hacia el supremo destino de los fines eternales.

JUAN XXIII, EXHORTACIÓN APOSTÓLICA «IL RELIGIOSO CONVEGNO»