jueves, 16 de marzo de 2017

CONFESANDO LOS PECADOS DAMOS SALIDA AL MAL QUE EN NOSOTROS ESTÁ OCULTO. San Gregorio Papa



Homilía de maitines

JUEVES DE LA II DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Homilía de San Gregorio Papa
Homilía 40 sobre los Evangelios
A quien hermanos carísimos, a quien representa este rico que vestía purpura y brocado y comía cada día espléndidamente, sino al pueblo judío? Este observó exteriormente una vida ordenada, pero mientras vivía en las delicias, se sirvió de la ley, no para su utilidad sino para su vanidad. Y ¿a quién nos muestra ese Lázaro lleno de males, sino al pueblo gentil? Al convertirse éste a Dios, no se avergonzó de confesar sus pecados, y su mal salió al exterior, como el humor, que atraído a la piel por una herida, sale de la carne.
¿Qué es la confesión de los pecados, sino cierta ruptura de las heridas? Porque la ponzoña del pecado, que oculta en el interior del alma constituía  para ella una pestilencia, encuentra una salida saludable en la confesión. Las lesiones de la piel atraen a la superficie los humores viciados. Ahora bien, confesando los pecados ¿qué otra cosa hacemos, sino dar salida al mal que en nosotros estaba oculto? “Lázaro, cubierto de males deseaba saciarse de las migas que caían de la mesa del rico, y nadie se las daba”. Con esto se nos muestra que aquel pueblo soberbio no quería admitir al conocimiento de la Ley a ninguno de los Gentiles.
Se sirvió Israel del conocimiento de la ley, no para ejercer la caridad sino para ensoberbecerse, como un rico a causa de las riquezas que ha recibido. Y las palabras de doctrina que caían de su boca, podemos decir que eran como migajas que caían de su mesa. Por otra parte “los perros lamian las llagas del pobre que yacía a la puerta”: No pocas veces en las Sagradas Letras, por los perros se designa los predicadores. Y a la verdad, la lengua de los perros, al lamer cura; y los santos doctores al instruirnos para la confesión de nuestros pecados, con su lengua curan en algún modo las heridas de nuestra alma.
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez