viernes, 24 de marzo de 2017

EVANGELIO DEL DÍA: Quien beba del agua que yo le daré nunca jamás volverá a tener sed.



VIERNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA



Forma Extraordinaria del Rito Romano







Quien beba del agua que yo le daré nunca jamás volverá a  tener sed.







Evangelio según san Juan  4, 5-42

Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José;  allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.  Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber».  Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:  «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).  Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva»*.  La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;  ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».  Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed;  pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».  La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».  Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve».  La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».  La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta.  Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».  Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.  Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.  Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así.  Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».  La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».  Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?».  La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:  «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?».  Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.  Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come».  Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis».  Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?».  Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.  ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega;  el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador.  Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega.  Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos». En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho».  Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación,  y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».



TEXTOS DE LA MISA Viernes de la III semana

COMENTARIOS:


Sta Teresa de Jesús  SEÑOR; DAME DE ESA AGUA.


Benedicto XVI LA SED DE CRISTO