domingo, 11 de junio de 2017

DIFICULTADES DEL CONOCIMIENTO DE DIOS. Santo Tomás de Villanueva



Comentario al Evangelio

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Desde el principio del mundo el hombre ha sentido el muy razonable deseo de conocer a su Creador. Si un cuadro notabilísimo tuviese inteligencia, ¿no desearía conocer al artista que lo pintara? ¡Y cuanto más lo desearía si fuese un autorretrato del pintor! Obrero divino, tú te pintaste en mi alma y pusiste ante mis ojos todas tus obras materiales, y, sin  embargo, te has escondido tú mismo. ¿Dónde te buscaré?
Hay verdades que han podido ser conocidas porque son fáciles, pero otras se han escapado al entendimiento humano. Que Dios es el ser por sí mismo, sin haberlo recibido de nadie, es evidente. Lo gritan los cielos y la tierra, y hasta los pueblos barbaros lo han confesado. Pero conocer su naturaleza, su esencia y sus atributos, si es visible o invisible, y su providencia y sabiduría, son cuestiones oscuras, profundas, secretas a los ojos mortales. ¡Con cuantos esfuerzos lucharon los  antiguos filósofos por alcanzarlas, y sin embargo, que pocos las consiguieron! Carecían de aquella luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Io,1,9). Y así, de caída en caída, llegaron a los absurdos filosóficos que convirtieron en insensatos a los que pretendían pasar por sabios (Rom. 1,32). ¿Para qué hablaros de sus dioses, si solo la cosecha había de ser encomendada por el pueblo romano a doce divinidades diferentes? Absurdos los cultos y los sacrificios, cuya diversidad demostraba no contener la verdad.
Algunos filósofos casi la alcanzaron, como Aristóteles y Sócrates, que predicaron en solo Dios, y como Platón, que, acercándose a un concepto de la Santísima Trinidad, por lo menos al estilo arriano, admitía un Verbo producido por Dios y Creador del mundo, o como aquel Hermes Trigemiste, que en un libro, que yo mismo he leído, escribía las palabras siguientes: “La mónada engendro a la mónada y, reflexionando sobre sí mismo, produjo el ardor”. Lejanos reflejos de la Santísima Trinidad y que probablemente se debieron a la revelación.
Santo Tomás de Villanueva
Por gentileza de Dña. Ana María Galvez