viernes, 16 de junio de 2017

MES DE JUNIO EN HONOR AL CORAZÓN DE JESÚS (16)




ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS:
A ti, Jesús, que vives y reinas con Dios Padre y el Espíritu Santo, elevamos este acto de fe, de esperanza, adoración y caridad porque en tu Sagrado Corazón reconocemos la manifestación plena de tu amor por nosotros. Acepta también nuestro deseo de reparar tu Corazón por tantas ofensas e indiferencias.
Con el Ángel de la Paz y todos los coros de los ángeles, con los santos Francisco y Jacinta Marto y todos los santos, unidos a tantas almas que te han amado dignamente, decimos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. (tres veces)

Jesús, manso y humilde de corazón,
R/. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.

16. EN LA EUCARISTÍA, JESÚS SE UNE A NOSOTROS
De los escritos del beato Juan Bautista Scalabrini, obispo italiano
La comunión es el manantial desde el cual el alma saca el agua que brota hasta la vida eterna; es el lugar donde cicatrizan sus heridas; es, en una palabra, el principio y el fin de esa unión con Dios elevada a la más sublime potencia, conducida al último grado de perfección que se pueda esperar en el orden presente. Efectivamente, si en la encarnación el Verbo de Dios se unió personalmente a la naturaleza humana, en la comunión se une más a nuestra personalidad. De esa forma, Él diviniza nuestra esencia, cristianiza, diré así, nuestro ser individual, y su unión con nosotros tiene por cualidad la misma que transforma el alimento en la sustancia del cuerpo que se nutre. Por lo tanto, aquellos que comulgan, como dejó escrito un santo doctor, tienen a Jesús en la mente, en el corazón, en el pecho, en los ojos, en la lengua. Este Salvador endereza, purifica y vivifica todo. Él ama en el corazón, entiende en la mente, infunde vigor en el pecho, ve en los ojos, habla mediante la lengua, y mueve toda otra potencia. Él opera todo en todos, y ellos no viven más en sí mismos, sino que es el Verbo de Dios que vive en ellos, y fija a sus acciones metas más nobles y elevadas y motivos más puros y más perfectos.

PARA FINALIZAR:
Todos juntos recitamos el acto de reparación enseñando por el ángel a los pastorcitos de Fátima:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.

Sagrado Corazón de Jesús, R/. En vos confío.
Inmaculado Corazón de María, R/.  Sed la salvación mía.
Ave María Purísima, R/. Sin pecado concebida.