jueves, 1 de marzo de 2018

EL SEÑOR NO CITA EL NOMBRE DEL RICO, SINO EL DEL POBRE, PORQUE EL SEÑOR CONOCE Y AMA A LOS HUMILDES Y DESCONOCE A LOS SOBERBIOS. San Gregorio Magno



COMENTARIO AL EVANGELIO CATENA AUREA

JUEVES DE LA II DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

San Gregorio, in Evang hom. 40
Si no fuese una falta el abuso de los vestidos finos y preciosos, nunca la palabra de Dios se hubiese ocupado de ellos. Ninguno se pone vestidos preciosos sino por vanidad y por aparecer más digno de consideración que los demás y ninguno gusta de ponerse vestidos preciosos cuando ha de ir a donde no pueda ser visto de nadie.
También debe advertirse que entre el pueblo son más conocidos los nombres de los ricos que los de los pobres, pero el Señor no cita el nombre del rico, sino el del pobre, porque el Señor conoce y ama a los humildes y desconoce a los soberbios. Para probar mejor al pobre, le embargaron a la vez la pobreza y la enfermedad. Prosigue: "Que yacía a la puerta del rico, cubierto de llagas".
Además, el pobre veía que el rico salía rodeado de aduladores mientras él por nadie era visitado en su enfermedad y en su pobreza. Que ninguno iba a visitarlo lo demuestran los perros que lamían sin obstáculo sus heridas. Sigue "Mas venían los perros y le lamían las llagas".
De este modo ejerce Dios omnipotente dos juicios en uno, cuando permitió que el pobre Lázaro estuviese tendido a la puerta del rico. Porque el rico impío aumenta el castigo de su condenación, mientras que el pobre, en la prueba, aumenta su derecho al premio; Pues aquél veía todos los días a quien debía compadecer y éste veía a quién ponía a prueba su virtud.
Si Abraham no estuviese todavía en aquellos abismos, el rico, entre los tormentos, no podría verlo. Los que han seguido los caminos de la patria celestial han sido depositados después de su salida de la carne en el seno del infierno, no para sufrir un castigo como pecadores, sino para que descansen en aquellos remotos lugares (puesto que aún no había llegado la intercesión del Mediador), en tanto que les impedía la entrada en el cielo la mancha de la culpa original.
El que siendo demasiado rico no quiso compadecerse del pobre, sumido en su tormento le busca por protector.
Este rico, pues, que no quiso dar al pobre llagado ni aun las migajas de su mesa, dentro ya del infierno, llega a buscar hasta lo más pequeño. Porque pidió una gota de agua, cuando no quiso dar las migajas de su mesa.
Pero ¿por qué en medio de los tormentos en que está sumido desea refrescar su lengua, sino porque el que había pecado por su locuacidad en sus festines, sufría en su lengua un fuego más intenso para pagar lo que debía? Y es así que es mayor la intemperancia de la lengua en los festines.
Por tanto, si os sucede algo próspero cuando os acordéis de haber obrado bien, temed que la prosperidad que se os concede no sea remuneración del bien que habéis hecho. Y cuando veáis que algunos pobres hacen obras dignas de reprensión, aun cuando se manchan con este ligero resto de corrupción, se purifican por medio de la pobreza.
Puede responderse a esto que los malos son los que reciben bienes en esta vida, porque encuentran toda su dicha en una felicidad transitoria. Los justos, por el contrario, pueden recibir bienes aquí y sin embargo no los reciben como una recompensa, porque como desean otros mejores -es decir, los eternos-, todos los bienes que alcanzan no los consideran como tales.
Como los réprobos desean pasar a donde están los escogidos -es decir, salir de la aflicción de sus suplicios-, así los justos quisieran ir por misericordia a donde están los afligidos y los que padecen tormentos para librarlos de ellos. Pero aun cuando las almas de los justos sean misericordiosas, como ya están unidas a la justicia de su Autor, las domina de tal modo su rectitud por la bondad de su naturaleza, que no sienten ninguna compasión por los réprobos. Así como los injustos no pueden pasar a gozar con los buenos porque han sido condenados a sufrir eternamente, así los justos no pueden pasar a donde están los réprobos, porque ensalzados ya por la justicia del juicio divino, no pueden sentir por ellos ninguna compasión.
Después que se le quitó al rico condenado toda esperanza, se acuerda de todos los prójimos que había dejado en este mundo. Por esto sigue: "Y dijo: Te ruego, Padre, que le envíes a casa de mi padre".
Algunas veces sucede que la pena de los malvados les enseña cierta caridad, -aunque inútilmente- de tal modo que entonces aman a los suyos de una manera especial, siendo así que en el mundo, no amando más que el pecado, no se amaban a sí mismos. Por esto sigue: "Tengo cinco hermanos; para que les de testimonio, no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos".
En ello se da a conocer cuántas aflicciones se acumulan sobre el rico condenado, porque conserva el conocimiento y la memoria para su suplicio. Conoció pues a Lázaro, a quien despreció y se acordó de sus hermanos, a quienes dejó. Para que los pecadores sean más castigados en las penas eternas, ven la gloria de aquellos a quienes despreciaron y son atormentados por la desgracia de aquellos a quienes amaron en vano. Abraham contestó en seguida al rico que le pedía mandase a Lázaro. Por ello sigue: "Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos".
El que había despreciado la palabra de Dios, creía que tampoco podrían oírla sus secuaces. Por ello sigue: "Mas él dijo: No, padre Abraham, mas si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia".
Por esto, ahora se responde al rico con una sentencia llena de verdad. Sigue pues: "El le dijo: si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitase". Porque los que desprecian las palabras de la ley, cumplirán con tanta más dificultad los preceptos del Redentor que resucitó de entre los muertos.
Lázaro, lleno de úlceras, es figura del pueblo gentil que en tanto que convertido no se avergüenza de confesar sus pecados, y por ello tuvo su piel cubierta de llagas. Porque ¿qué es la confesión de los pecados sino cierta abertura de llagas? Lázaro, llagado, deseaba alimentarse de las migajas que caían de la mesa del rico y ninguno se las daba, ya que aquel pueblo orgulloso no se dignaba admitir a ningún gentil al conocimiento de la ley y porque dejaba caer las palabras de esta ciencia como caían las migas de sobre la mesa.
También en las Sagradas Escrituras se llama con frecuencia perros a los predicadores, según aquellas palabras del Salmo ( Sal 67,24): "La lengua de tus perros beberá sangre de tus enemigos", porque la lengua de los perros cura las llagas que lame, y los santos doctores cuando nos instruyen en la confesión de nuestros pecados, tocan en cierto modo la llaga de nuestra alma con la lengua. El rico fue sepultado en el infierno y Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, esto es, al descanso misterioso del que la Verdad ha dicho ( Mt 8,11): muchos vendrán de Oriente y de Occidente y descansarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores. El rico levanta sus ojos para ver desde lejos a Lázaro, porque mientras los infieles sufren en el abismo los castigos de su condenación, los fieles están sobre ellos, esperando en reposo el día del juicio final, después del cual aquéllos no podrán ya contemplar su gozo. Lo que miran está lejos porque no pueden llegar allí por sus méritos. Se manifiesta más abrasada su lengua, porque el pueblo infiel tuvo las palabras de la ley en su boca, pero no quiso observarlas con sus obras. Por tanto, sufrirá más en la parte en que más manifestó saber lo que no quiso hacer. Abraham le llama su hijo y sin embargo no le libra de los tormentos porque los padres de este pueblo infiel, considerando que muchos se apartaron de su fe, no los libran de los tormentos ni tienen compasión de ellos, aunque les reconocen como hijos suyos según la carne.
El pueblo judío, como no quiso entender el sentido espiritual de las palabras de Moisés, no pudo llegar a Aquel de quien Moisés había hablado.