viernes, 6 de abril de 2018

ULTIMA CENA, VERDADERO SACRIFICIO DEL MONTE CALVARIO



Comenzamos nuestra semana santa con una invitación del profeta: Venid y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que Él nos instruya en sus caminos, y nosotros andemos en sus sendas. (Miqueas 4, 2
Meditamos sus palabras, meditemos ahora la obra que allí realiza
¿Cuál es este monte? El monte del Señor, tiene un nombre, y se llama monte Calvario.
¿Qué es lo que ha hecho el Señor en este monte? Indaguemos en la Escritura, oigamos lo que nos dice el profeta Isaías: El Señor de los ejércitos preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de manjares suculentos, un banquete de vino añejo, pedazos escogidos con tuétano, y vino añejo refinado.
Pero, en el monte Calvario ¿no es donde Jesucristo es crucificado y muere por nosotros? ¿Cómo puede ser esto? ¿Muere en la cruz y prepara para nosotros un banquete?
Sí, así es.
Era necesario que se cumplieran las escrituras. El Señor conocía las circunstancias de su muerte, sabía que sus manos y sus pies estarían clavados al madero para poder preparar el banquete a sus discípulos, por eso, la noche antes de su Pasión celebra su Pascua con sus discípulos. 
Manda a sus discípulos para preparar un lugar donde poder celebrar, para que le digan a su dueños de parte del Maestro: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.
Al anochecer, se sentó a la mesa con los doce.
El Maestro le manifiesta: Ardientemente he deseado comer con vosotros mi Pascua. 
El Evangelista san Juan nos dice que estando a la mesa Jesús se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. 
Lavatorio de pies, costumbre judía, para dar la bienvenida a los invitados, para hacerlos participar de la propia vida, pero también de la misma suerte. El Señor anuncia a los apóstoles la participación en su sacerdocio, pero también en el misterio de su muerte y entrega por los hombres.
Se dispone el banquete, se realiza el misterio, aparece el nuevo rito de la nueva Alianza que hace pasar y caducar los antiguos sacrificios y rituales. 
Toma pan en sus manos, toma el cáliz de vino,
Les dice: Tomad, comed, tomad, bebed.
Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la Nueva alianza derramada por vosotros para el perdón de los pecados. 
Haced esto en conmemoración mía. 
Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía; el sacrificio de la nueva alianza; la santa misa: 
Con la última cena, el Señor adelante sacramentalmente su muerte en la cruz, que horas más tarde se consumará en el calvario. Sus palabras disipan cualquier duda de aquellos que quieran presentar el hecho de la última cena como una reunión de despedida, como un simple ágape o como la celebración judía de la pascua.
Las palabras hablan de su sacrificio: mi carne, mi sangre, entregada, derramada, por vosotros, para el perdón de los pecados.
Lo que Jesús instituye el Jueves santo, no es despedida, sino sacramento de su presencia en medio de nosotros en la Eucaristía. 
Lo que Jesús realiza con sus discípulos no es un simple ágape, sino el banquete de la vida eterna pues quien come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna. 
Lo que Jesús realiza no es simplemente la fiesta de la Pascua, sino su Pascua. Aquí no hay Cordero, -esencial en la fiesta judía de la Pascua- pues el verdadero Cordero es aquel que subirá al Calvario y será sacrificado por su pueblo.
Lo que Jesús realiza es un verdadero sacrificio, anticipado sacramentalmente. Como la santa misa es verdadero sacrificio celebrado sacramentalmente tal y como el Señor lo instituyó.
Verdadero sacrificio encomendado a los apóstoles para que los renovasen hasta el final de los tiempos: Haced esto en conmemoración mía.
Verdadero sacrificio de adoración para honrar a Dios como conviene.
Verdadero sacrificio de acción de gracias para agradecerle sus beneficios.
Verdadero sacrificio propiciatorio para aplacar la justicia divina, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecer sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama propiciatorio;
Verdadero sacrificio para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama impetratorio.