domingo, 3 de mayo de 2015

LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO
IV DOMINGO DE PASCUA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: «Jesús es el Señor» (cf. 1 Co 12, 3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura de la Biblia tomaba el lugar de su nombre impronunciable. El Credo de la Iglesia no es sino el desarrollo de lo que se dice con esta sencilla afirmación: «Jesús es Señor». De esta profesión de fe san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu. Si queremos estar en el Espíritu Santo, debemos adherirnos a este Credo. Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo. La expresión «Jesús es Señor» se puede leer en los dos sentidos. Significa: Jesús es Dios y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad sobre nosotros mismos. Dejarse iluminar en lo más profundo por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés. Al rezar el Credo entramos en el misterio del primer Pentecostés: del desconcierto de Babel, de aquellas voces que resuenan una contra otra, y produce una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, por el poder unificador de la Verdad crece la comprensión. En el Credo, que nos une desde todos los lugares de la Tierra, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios, que, mediante el Espíritu Santo, hace que nos comprendamos aun en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor.

Benedicto XVI, 12 de junio de 2011